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Entrevista

Paula de Solminihac: “Valoro mucho más la interpretación y la reflexión, que la transmisión de un mensaje”

La reconocida artista nacional, magister en Artes Visuales, exhibió sus obras “Kamanchaka” y “La caverna” en la 23° Bienal de Sidney que culminó con éxito el pasado 13 de junio. Fue la única participante chilena presente en este destacado evento internacional de arte contemporáneo.

Jueves 23 de junio de 2022

Entre las clases en la Escuela de Arte de la Universidad Católica, su taller, Fundación Nube LAB y la reciente exhibición de sus obras en la 23° Bienal de Sidney –que culminó con éxito el pasado 13 de junio–, pasa sus días la artista chilena magister en Artes Visuales, Paula de Solminihac. 

Bajo el título “Rivus”, el encuentro de este año reunió proyectos realizados en torno a ríos, vías fluviales, la ecología del agua y el mundo natural. “Kamanchaca” y “La caverna” son las dos instalaciones con la que la creadora chilena –única artista representante de nuestro país en la Bienal 2022– presentó su trabajo en este destacado evento internacional. 

Durante su carrera ha obtenido importantes premios y distinciones, como “La Sustitución del Modelo” (1999), “In Absentia” (2005), “Agenda Virtual/ Instituciones Artísticas y Culturales del Cono Sur” (2007), todos proyectos FONDART otorgados por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. En el 2008 fue la investigadora responsable del proyecto “Archivos de Tiempo (Nadie Quiere Morir)”, el que se ejecutó con financiamiento de la Vicerrectoría Académica Investigación Docente (VRAID) Pontificia Universidad Católica.

¿Cómo percibió la recepción de su trabajo en la Bienal?
La experiencia fue increíble. La Bienal (…) estaba muy alineada con las cosas que yo venía investigando, preguntándome en torno a las relaciones entre arte y naturaleza, particularmente la preocupación respecto del agua o los cuerpos de agua desde una perspectiva artística. Así que, desde el punto de vista más conceptual, el vínculo estuvo muy bueno, pero, además, había un equipo altamente profesional. Se hizo un trabajo muy articulado y, en ese sentido, muy agradable también, porque cada parte hizo lo suyo para que la experiencia fuera muy buena. 

Hubo distintas instancias de interacción. Por una parte, la prensa, la crítica especializada… salió un artículo súper importante en The Guardian, periódico británico. Después hubo otra instancia de encuentros con las personas que realizan el apoyo permanente a la bienal desde el mundo privado, del mundo estatal. Y luego la apertura al público que, en mi caso en particular, se desarrolló en dos líneas. Una en las presentaciones, en las conversaciones y en los espacios, pero, además, me invitaron a dictar un taller y presentar el trabajo que hacemos en Nube Lab, la organización en la que trabajo y hacemos arte y educación, así que tuve esas dos instancias de interacción con distintos tipos de público. 

¿Debe ser tremendamente satisfactorio exponer obras en ese reconocido espacio internacional?
Me produjo mucho orgullo y satisfacción, pero no lo siento que sea más importante que otras cosas. Creo que no hay que medir las cosas así. Obviamente que es un hito y muy relevante y me siento muy orgullosa. O te lo pongo no en comparación con las clases, o te lo pongo en la experiencia de estar versus la experiencia de contarlo. Creo que los dos son igualmente increíbles. (…) El haber podido participar, conocer a los artistas, conversar, dialogar, estar con el público, es igual de valioso que ser la única chilena representante en la Bienal.

¿Cuál fue el aprendizaje de su paso por Sidney?
En general aprendí que es una sociedad que tiene muy integrado los valores de la relación con la naturaleza, con los pueblos originarios, con la vida ecosistémica en el sentido más amplio. Entonces, una bienal que trata esos temas viene a dialogar sobre lo que ellos viven día a día.

INFLUENCIA DE LA NATURALEZA

¿Cuál es la naturaleza de su obra “Kamanchaka”? 
“Kamanchaka” es un proyecto que hice el 2018 en el desierto costero en Chile en la cuarta región, donde instalé un atrapaniebla, en el tiempo ha ido creciendo y ha ido mutando. Es la pieza central de esa instalación, a la cual se le sumó un trabajo de cerámica a partir de una investigación del trabajo que hacen las lombrices en suelo subterráneo para crear con su movimiento galerías, que son las facilitadoras del tratamiento del agua dulce. Entonces, el tema central de la bienal, que se llama rīvus, está directamente relacionado con estas investigaciones que venía haciendo (…).

La investigación sobre lombrices es algo inédito, las partes de la cerámica, esas piezas son inéditas. Entonces cada vez que tú instalas algo que es blando, eso blando se adapta al lugar donde se presenta. Y ahí como que toma una forma nueva, que es muy lógica. Yo no parto, por lo general desde cero, sino siempre desde algo que ya existe.

¿Y el origen de “La caverna”?
En el caso de “La caverna”, que es el proyecto que se presenta en el Museo de Arte contemporáneo (…) el agua no es solamente como asunto en sí, sino que tiene que ver con los humedales, con las cuestiones metafóricas. Ahí hablaba mucho de estos movimientos a veces más interiores también. Cosas que no son propias de la naturaleza, sino que además con mundos psicológicos internos que se relacionan con estos flujos existentes. Entonces, ahí la instalación que presenté era una videoinstalación con un papel mural y dos imágenes impresas que son un trabajo que vengo investigando en los procesos creativos en el arte y sus relaciones con sus transformaciones y la naturaleza. Es ver cómo ocurren procesos creativos de manera interna, que de repente se hacen externos, y cómo eso se parece o no se parece o es analógico a esta transformación constante en que está la naturaleza.

Estas obras nunca habían estado juntas. Fue una propuesta de los curadores de la Bienal. En ese sentido es algo inédito. 

¿Desde cuándo influye el medio ambiente y la naturaleza en sus procesos creativos?
Yo creo que desde siempre. Lo que he estado haciendo últimamente es trabajar directamente en la naturaleza. Pero mi origen investigativo está en la arcilla, en el barro y el barro está presente de manera muy natural e históricamente siempre en relación, a los seres humanos. Desde allí hizo el primer chanchito para comer o las figuras. Es un material que ha estado muy presente. Entonces ese diálogo, esa reflexión en torno a la naturaleza, la naturaleza de los materiales, de los procesos siempre ha estado en mi obra. Porque la cerámica tiene también esa cosa increíble que es la alquimia del fuego, que pasa de ser barro a ser loza, y eso pasa en el fuego. Entonces la naturaleza de la transformación de los materiales es algo que me ha inquietado desde siempre.

¿Ve esa influencia y compromiso con la naturaleza en otros artistas nacionales?
Sí, también. Será porque tenemos una naturaleza muy privilegiada en Chile, que hay un interés muy genuino de muchos artistas que están trabajando desde distintas disciplinas y con inquietudes muy variadas y transversales al mismo tiempo sobre o con la naturaleza. 

Pienso en gente muy diversa. Paula Subercaseaux con su cerámica, Claudia Müller que tiene preocupaciones muy interesantes respecto del agua, en curatoría Carolina Castro, una persona con la que he hablado mucho respecto al tema. Demás está decir que Cecilia Vicuña. Entonces creo que es algo (…) que tiene que ver con cuestiones súper contingentes. ¿Quién no está preocupado el día de hoy? Pero algo tiene que ver con la geografía, con el paisaje. 

¿Desde cuándo viene este interés del trabajo artístico con la naturaleza?
El arte contemporáneo lleva mucho tiempo trabajando en el territorio. Esos primeros movimientos en que el arte se puede desenvolver en diversas partes, creo que viene desde los principios de los ´60. El arte relacionado con el territorio, en este caso con los territorios naturales es algo que se viene tratando hace bastante tiempo y ahora está súper expandido a prácticas comunitarias, a trabajo colaborativo, las residencias. Todas esas son prácticas arraigadas. 

ANTIMENSAJE Y SU RELACIÓN ACADÉMICA

¿Hay un mensaje detrás de sus trabajos? ¿Qué hay de usted en ellos?
No quiero decir que hay un antimensaje, pero justamente lo que trato de hacer es generar aproximaciones, ya sea a través de instalaciones, de creaciones espaciales, materiales, aproximaciones que sean muchos más personales. Valoro mucho más la interpretación y la reflexión, que la transmisión de un mensaje. Valoro más la invitación a la reflexión y a la introspección. 

En general, me reprimo de dar mensajes o recomendaciones. Porque como justamente estoy indagando sobre pensamientos creativos, sobre cómo se construye el pensamiento, sobre cómo se construyen las ideas, qué pasa cuando una pone esto con esto…

¿Usted es académica, cómo abordó su experiencia en la Bienal con sus alumnos y alumnas? 
Es súper bonita la pregunta que me haces. Tengo dos talleres y en ambos presenté, les hablé, les comenté sobre ello.

Estábamos en otra actividad y un estudiante me pregunta cómo lidiar con la ambición cuando uno es joven. (…) Le dije que la ambición es muy buena, porque te colocas metas, pero una vez que uno decide ir a su punto tiene que concentrase con todo para trabajar y hacer las cosas de la mejor manera posible, ya sea estar en una posición modesta en el garaje con tus amigos o sea una bienal. 

(…) Esto no es como un escalafón en donde vas ascendiendo hasta llegar a una cima. No creo en eso. Creo en buenas experiencias, experiencias internacionales, nacionales, pequeñas, medianas, grandes. Con distintos desafíos. Entonces eso fue lo que les transmití. El foco del trabajo del artista tiene que estar como en su práctica y en su relación con los otros, sea quien sea, sea un grupo de niños, un gran ambiente en una bienal, un grupo de estudiantes. Ahí es donde vive el arte, si no se convierte la misión en un ejercicio insaciable.