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Marcela Trujillo “Maliki”:

La Muestra da a conocer el trabajo y la trayectoria de “Maliki” en Europa Central

El objetivo de la destacada artista nacional que impulsa el desarrollo en la escena latinoamericana del cómic, a través de un montaje y también, participando en dos conversatorios.

Martes 26 de enero de 2021

Recientemente ganadora del Premio a Mejor Obra Literaria (MOL) a Narrativa Gráfica, que entrega el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Marcela Trujillo o “Maliki” como es su seudónimo artístico, visitó Budapest, Hungría, para presentarse en la sala de exhibición del Instituto Cervantes, con el apoyo de la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores, Dirac, mediante un proyecto ganador del Concurso 2019, presentado por la Embajada de Chile en ese país.

De gran trayectoria, Marcela Trujillo es multidisciplinaria en el arte, desarrollándose como pintora, ilustradora y dibujante de cómics autobiográficos. Es Licenciada en Artes Plásticas, mención Pintura de la Universidad de Chile, con estudios en The Art Students League of New York y de Animatics & Storyboards en The School of Visual Arts en Nueva York. Ha expuesto sus pinturas individual y colectivamente en Chile y el extranjero. Es docente de dibujo y narración gráfica en la Universidad Diego Portales, Universidad de Chile y ARCOS. Sus cómics han sido publicados Revista Trauko, Big Magazine, The Clinic, El Desconcierto, Revista HUV, Carboncito y El Volcán. Además, es autora de los libros de cómic “Las crónicas de Maliki 4 ojos” (Feroces editores), “El diario íntimo de Maliki 4 ojos” (Ril editores), “Maliki en tinta china” y “El diario iluminado de Maliki” (Ocho Libros), “Quiero ser flaca y feliz” (Planeta editores), coescrito con la psicóloga Karolina Lama, y recientemente lanzó su primera novela gráfica y primer trabajo de ficción, “Ídolo, una historia casi real” (Penguin Random House). Actualmente junto a Sol Díaz, produce y conduce el podcast de cómic femenino “La Polola” (Soundclud y ITunes). Vive y trabaja en Santiago de Chile.

¿Cómo surgió la idea de participar en una exposición de cómics en Budapest?
Hace unos años tuve una alumna en mi taller de acuarela de profesión diplomática. Un tiempo después la enviaron a Hungría. En esa época junto a tres amigas sacamos la Revista Brígida, de cómics hechos por mujeres. Mi ex alumna me contactó y me propuso ir a presentarla a Budapest, pensando que el feminismo podía ser un marco temático pertinente para la época (mayo feminista).
Mi ex alumna conocía mi trabajo de cerca y se le ocurrió que podría ampliar el proyecto y aprovechar de mostrar mis cómics, ilustraciones, pinturas y hacer charlas en los departamentos hispánicos de dos universidades.

La Embajada chilena en Hungría consiguió que el Instituto Cervantes de Budapest ofreciera una sala de exposiciones para la muestra, a la que se sumó una charla. También se contactó con los departamentos de estudios hispánicos de la Universidad Católica Peter Pazmany y la Universidad Elte. El público asistente fue en su mayoría mujeres, estudiantes de literatura y periodismo, quienes hablaban bastante bien el español.

¿Cómo fue la experiencia de compartir con un público tan distinto culturalmente al nuestro?
Fue muy lindo. Nunca había conocido a nadie de Hungría, era mi primera vez. Una vez tuve una roomate de Lithuania, que es cerca, pero no sabía nada de Hungría. Me parecieron personas muy amables y cautas. Tienen un grado de humildad muy notorio y agradable. Muy pocos dominan el inglés, las personas de los negocios o los guardias del metro solo hablaban húngaro, así es que no era tan fácil comunicarse, aunque en el Instituto Cervantes y en las universidades, pude conversar con personas muy interesantes que me contaron sobre la cultura y la historia del país.

¿Cómo sentiste la recepción hacia tu trabajo?
Muy cálida y con mucho entusiasmo. Budapest tiene una historia muy rica y llena de arte, hay muchos museos, el arte es parte fundamental de la sociedad. Es una ciudad extremadamente bella. Es lindísima. La arquitectura es una mezcla de diferentes estilos, Art Nouveau, Art Decó, Neoclásico, Barroco y Bauhaus, etc. Como Hungría fue un país con un gobierno/dictadura comunista por tantos años, la enseñanza de las bellas artes, la medicina, el deporte y la música clásica (como en todo régimen de ese tipo), hizo que en la actualidad sea una cultura muy pegada a las tradiciones de lo clásico y antiguo.

En mi trabajo como pintora siempre uso imágenes de libros antiguos y muñecas, así es que estaba en mi “salsa”. Sin embargo, me llamó la atención de que no hay un mercado real de cómic o novela gráfica como en otros países de Europa. Cuando les hablé a las alumnas sobre el cómic hecho por mujeres me contaron que de niñas leían cuentos clásicos, pero no cómics y no logré conocer a ninguna dibujante o autora de cómics allá. Doné mis libros y las revistas Brígida a las bibliotecas de la Embajada de Chile en Budapest, del Instituto Cervantes y de ambas universidades.

¿Ves la posibilidad de ampliar el mercado chileno del cómic hacia ese país? ¿Sentiste que se pudieron abrir puertas?
Creo que Hungría tiene una cultura visual muy potente. Y según lo que vi y me contaron, también la literatura es parte fundamental de su acervo cultural. El problema para los extranjeros es que el idioma húngaro es muy complejo de aprender, sobre todo, para los latinos, en cambio para ellos aprender español es muy fácil.

El cómic tiene relación directa con el humor, con la ironía, con representar un hecho bajo puntos de vista más subjetivos, más poéticos y la carga histórica de Hungría, de dictaduras y guerra, les obstaculiza dejar paso al humor. Quizás sea la razón por la cual no conocí un circuito de autores gráficos y encontré poco material en librerías. Pero por lo mismo, creo que es un lugar donde aprecian la cultura de una manera profunda y se podrían crear instancias, donde dibujantes húngaros puedan contar en cómics parte de su historia, de sus vivencias y sobre todo de cómo la cultura de los cuentos infantiles, de los cuentos folclóricos, permea en sus vidas adultas. Me pareció muy interesante ese vínculo poderoso con las historias narradas orales y escritas, porque eso desarrolla una gran imaginación.

¿Qué fue lo que más te llamó la atención de tu participación en Budapest?
Principalmente sentí que estaba viajando en el tiempo. Estoy acostumbrada a vivir en un país donde no hay mucho respeto por el patrimonio. Los edificios antiguos en vez de remodelarlos terminan en su mayoría derrumbándolos para construir edificios de muchos departamentos, mall, supermercados o strip center. El respeto por restaurar y mantener el arte antiguo como nuevo es algo que me llamó mucho la atención y me hacía muy feliz. Amo la ciudades cosmopolitas y multiculturales, donde el arte se respeta y cuida. Quizás porque soy artista me hace sentir tan digna, aunque sea una turista o visitante. Además, me contaron que la educación de mejor calidad era gratuita y la privada era para las personas que tenían bajos rendimientos. La salud también era gratis. Eso me gustó. Además, es una ciudad que vive de que los turistas paguen por apreciar la belleza de sus lugares. Aproveché de visitar museos y de pasear por los puentes, vi exposiciones increíbles y me encantó que en el Museo de Arte Contemporáneo había cinco exposiciones de pintura, pero no arte conceptual.

¿Cuál es la conclusión de tu experiencia en Hungría?
Tener la posibilidad de viajar a Budapest para mostrar mi trabajo pictórico y mis cómics, hablar sobre mi trabajo y aprender muchas cosas nuevas de arte, historia y cultura europea, fue un gran privilegio que aún no he podido decantar. A mi vuelta viajé a Osorno a la Feria del Libro y luego ocurrió la revuelta ciudadana, por lo que me ha costado mucho poder transformar mi experiencia de Hungría en algo creativo. Pero estoy segura que llegará un momento donde las imágenes, los referentes y las impresiones de mi viaje se transformarán en un cuerpo de obra pictórica y/o gráfica. Me encantaría poder regresar a mostrar ese trabajo algún día. En mi nuevo libro “Diario oscuro” viajo a mi pasado y a mis emociones más depresivas. Cuando estaba allá, en esa ciudad hermosa caminando por un castillo medieval, pensaba en lo bueno que es conservar el pasado para volver a visitarlo, para que las nuevas generaciones lo puedan conocer, para saber de dónde venimos y hacia dónde vamos. Eso me pasó allá, la historia es importante y el arte es una herramienta para darle cuerpo a la historia, para representarla y aprender de ella.